viernes, junio 22, 2007

UN HOMBRE BUENO ES DIFÍCIL DE ENCONTRAR

FLANNERY O'CONNOR

Nació en Savannah, Georgia, USA, el 25 de marzo de 1925. Hija única de una acomodada familia sureña de ascendencia iralndesa. Siguió estudios universitarios en el Georgia State College for Women, donde se licenció en 1945. Falleció el 3 de agosto de 1964.

OTRAS OBRAS: Sangre sabia (Lumen); Las dulzuras del hogar (Lumen); Los profetas (Lumen); El negro artificial (Encuentro).

Diez narraciones diez. Que impresionan y amargan, radicales, duras, de las que no se sabe el por qué se cuentan. Y es que Flannery describe "como nadie el primitivismo religioso del Sur bíblico y protestante"; y este es seco, irracional, despectivo, soberbio. Los relatos nos muestran la vida sin Dios, con normas y preceptos humano-monetarios, sin amor, sin referencias, vacío.

Cierto es que O'Connor pasó los últimos años de su vida aquejada "de una grave enfermedad en la sangre, que le afectó los huesos de las piernas y la obligó a andar con muletas (...) dedicada a la creación literaria y a la cría de pavos reales". Y quizá transmite parte de su angustia o de lo que está viendo (el pavo real aparece en uno de los relatos). Pero más parece que intente, a través de esa radicalización del espíritu protestante, mostrarnos las realidades limpias del catolicismo, su visión sobrenatural sobre la que se apoya su entera existencia.

Puestos a recomendar, lo haría con "La persona desplazada", el último de los diez relatos y el más largo. Es en este donde probablemente convergen todas las ideas mostradas en los nueve anteriores, desde la muerte hasta el pavo real; desde el tormento y la tragedia hasta Polonia; desde la naturaleza moral de los hombres hasta sus costumbres y formas de vida.

miércoles, junio 13, 2007

RUIDO DE FONDO

DON DELILLO

Cuando la muerte nos venga a buscar

El Ruido de fondo que Jack Gladney, un profesor universitario especializado en estudios sobre Hitler escucha habitualmente, es el ruido de la muerte. Un sonsonete que le atemoriza, que le persigue, que le embota los sentidos internos y externos, así como la capacidad de percepción de la realidad de las cosas. La palabra ruido proviene del latín rugitus, que significa rugido. Un alboroto mental en el que se cocinan una vida anonida con insípidos diálogos sobre la metafísica de la metereología o la relación con sus madres de Hitler y Elvis.

Será durante una conversación con su amigo Murray, "una tarde memorable, en una solemne y tortuosa caminata socrática que habría de tener consecuencias prácticas" cuando Jack reajustará sus posiciones y logrará comprender cómo vencer el agobiante pavor que siente hacia la muerte.

Es Murray el que le ofrece distintas posibilidades para superar el miedo a la muerte: con pastillas, depositando la fe en la tecnología, burlándola a base de concentrarse en la vida que hay más allá, o curarse a base de matar a otros, pues "cuantas más personas matas, más poder obtienes sobre tu propia muerte".

Una muerte que, para Jack, constituye el mayor de los pesares, "no hay nada más poderoso que ella", y todas y siempre son prematuras. Y lo que es peor, la muerte ocurre, también en su caso, en un mundo vacío por el materialismo —magistrales las hilarantes escenas en el supermercado—, atontado por los programas de televisión y las transmisiones de radio.

DeLillo-Jack narra en primera persona. Vamos conociendo la idiosincrasia de cada personaje con él: que su cuarta esposa, Babette, que trabaja como maestra en un programa de educación para adultos y pertenece a un grupo de voluntarios que leen en voz alta para los ciegos, también tienen un miedo feroz a la muerte (discuten habitualmente quién será el primero en morir); que observar a su hijo pequeño Wilder, de gruesa cabezota y alelado, dormir le relaja; que Denise es una chiquilla obstinada de once años, marimandona y muy segura de sí misma; que Steffie, la hermanastra más pequeña, es tímida y obediente; y que Heinrich, catorce años, evasivo y malhumorado, pasa por la fase de adolescencia, y sólo es capaz de atender a los fracasos de sus amigos.

Ruido de fondo es una comedia. Protagonizada por una familia americana disfrazada de americanismo. DeLillo nos quiere hacer reir, quiere que nos olvidemos de nuestra muerte radicalizando la paranoia mortal de Jack y su mujer, y de paso repartir un poco de estopa al american way life.


Hoy pongo una canción: Joy de Islands

sábado, junio 09, 2007

EL MOLINERO AULLADOR

ARTO PAASILINNA

Al final de El molinero aullador, Gunnar Huttunen, una especie de Obelix cuyos romanos son sus vecinos, conversa con un Cristo en la iglesia del pueblo:

—Todos tenemos una cruz con la que cargar, Huttunen, yo también tengo la mía —le dice Jesús a Gunnar.

La cruz de Gunnar es la imposibilidad de reprimir sus aullidos de auténtico lobo en los momentos de tristeza. Gunnar posee un don especial que le permite imitar tanto a los animales, especialmente la garza o el oso, como a sus vecinos, los granjeros de Suukoski: a aquéllos, de modo estremecedor; a éstos, de modo festivo y chistoso. Pero ese aullar y esa mímesis son las pistas falsas, el contrapunto de una vida alegre y sencilla dedicada al trabajo y en constante lucha contra las imposiciones, contra las apariencias, contra las constricciones sociales de los que piensan que son cuerdos.

Con sus aullidos e imitaciones, Gunnar divide al pueblo: unos (el policía Portimo o el cartero Piittisjärvi) se convertirán en sus compañeros y amigos; otros, en cambio (como Huhtamoinen, director de la Caja, o la familia Siponen, o como Tervola, el tendero), lo acosan y persiguen: son los que se consideran juiciosos, pero al final acabarán siendo los auténticos desequilibrados.

Arto Paasilinna es maestro en el arte de narrar el eterno motivo de la persecución del hombre por el hombre. Con un notable dominio de la técnica del suspense, crea entre los perseguidores y el perseguido un espacio que se contrae y se dilata continuamente.

Con un estilo un poco excéntrico, inimitable, Arto Paasilinna entona un canto a la grandeza que existe en todo ser humano, a la irrenunciable posibilidad de volver a empezar.

martes, junio 05, 2007

ADVENIMIENTOS

Cominerías políticas

José Jiménez Lozano, Premio Castilla y León de las Letras, Premio Nacional de la Crítica de novela en castellano por El grano de maiz rojo, Premio Nacional de las Letras Españolas, y Premio Miguel de Cervantes. No necesita presentación. A su dilatado bagaje literario —ensayos, narraciones, novelas, poemarios, dietarios—, se le suman estos Advenimientos: "notas posteriores a 1998, que era el año en que concluían las que componen Los cuadernos de letra pequeña".

El título, Advenimientos, significa que aquí "se trataba de lo que había advenido o sucedido ya en torno al tiempo otoñal y litúrgico del Adviento". Quizá por eso Pre-Textos —sin desmerecer un ápice la calidad editorial—, lo publica en tonos marrones y morados, con portada de un detalle de Los efectos del buen gobierno de Lorenzetti.

Porque, efectivamente, serán las cominerías políticas —"cuando se trata de asuntos serios en este orden de cosas, es mejor ni hablar de ellos"—, las que ocupen un amplio espacio en estas páginas. Pero lo político no de lucha de partidos. Sino el arte de gobernar los Estados. En esta "vieja Europa alicaída y desnortada", que sólo escucha los "retintines de las dos grandes filosofías con que se apacienta a las masas: la de la pérdida de los valores éticos y la de la aurora de la modernidad redentora", y que juega con "el desprecio y la irrisión de la cultura occidental" aplicando un multiculturalismo irracional. Ese arte de gobernar "que desafía a la cristiandad misma", no puede hallar su justificación es sí mismo, sino en un ethos externo a ella: en el hombre creado por Dios y para Dios.

Los advenimientos que a Jiménez Lozano le advienen, y él no es un advenedizo, poseen nombre propio: la filosofía de Hegel, Kierkegaard, o Lévinas; la liturgia católica: especialmente los oficios del Jueves y Viernes Santo; el arte de Tiziano; sus versos; la lectura de Demonios de Dostoievski, o El Quijote de Cervantes; y los colores de la tierra de su amada Castilla cuando el sol se refleja en una esplendorosa y prodigiosa mañana primaveral. Y eso aún a pesar de que estas notas estén "llenas de iniciales que no pueden decir nada al lector".

Si el propósito de este volumen es el de que "estas pequeñas notas le sirvan al lector para su propios pensamientos y sentires. Es decir, le advengan", no puedo más que humillarme y declarar: Me han advenido.