domingo, marzo 23, 2008

EL PADRE ELÍAS, UN APOCALIPSIS

MICHAEL D. O’BRIEN

Aprovechando la Semana Santa he leído este thriller apocalíptico-religioso. No es el primero que leo, ya pasó por mis manos “La sangre del pelícano” de Miguel Aranguren, flojo en general; e “Inmortale odium” de Rino Cammilleri, del que desconozco si está traducido al castellano, y que esculpe la figura del sacerdote napolitano pletórico de humanidad y romanidad, en una movida historia entre ruinas y cuevas.

“El padre Elías” tampoco me ha defraudado. El autor demuestra buena pluma y buena doctrina, y de la unión de las dos resulta que uno aprende bastante del catolicismo sin que el libro parezca un catecismo novelado. La trama no es gran cosa: sacerdotes religiosos conversos, supervivientes de la shoa, obispos y cardenales malos malísimos, y un anticristo de chaqueta y corbata que entrega su vida por la paz y la unidad del mundo, por el diálogo y la fraternidad universal, por supuesto con él como jefe mundial. Lo de siempre. Pero es que probablemente sea así, sea como siempre.

Sólo un pero. En mi modesta opinión, se abusa de los diálogos místicos, y al final, cuando uno espera un poco de acción, se nos introduce en un mundo profético apto exclusivamente para muy especialistas.

sábado, marzo 15, 2008

FORTUNATA Y JACINTA

BENITO PÉREZ GALDÓS

Nació en Las Palmas (Islas Canarias) en 1843, el décimo hijo de un coronel del Ejército. Frecuenta tertulias literarias en los cafés, asiste puntualmente al Ateneo madrileño, recorre incesantemente la ciudad y se interesa por los problemas políticos y sociales del momento: se define a sí mismo como progresista y anticlerical. En 1868 viaja a París y descubre a los grandes novelistas franceses. De 1886 a 1890 es diputado por el partido de Sagasta, aunque nunca pronunció un discurso. Su izquierdismo fue el causante de que no se le otorgara el Premio Nobel. En 1920 murió ciego y pobre en Madrid, su ciudad de adopción.

Novela extensa y muy cuidadosamente construida que desarrolla, sobre la base de diversos triángulos amorosos, la convulsa y cambiante vida social madrileña entre 1873 y 1876. Galdós despliega muchas de sus mejores artes narrativas: minuciosa captación de ambientes y tipos, uso magistral de diálogos, empleo de novedosos monólogos interiores, sabio manejo de múltiples anécdotas argumentales, etc.

Básicamente narra las aventuras amorosas de Juanito Santa Cruz, joven madrileño de clase media, casado con su prima Jacinta, tras sus relaciones con Fortunata, mujer de condición humilde, a la que abandona al quedar ésta embarazada. Fortunata se entrega a la prostitución, pero es redimida por Maximiliano Rubín, joven idealista al que ella admira y con el que acepta contraer matrimonio, sin que pueda olvidar su amor por Santa Cruz. Éste, exasperado por la esterilidad de Jacinta, busca de nuevo a Fortunata, quien al día siguiente de su boda vuelve a unirse con su antigua amante, de quien quedará otra vez encinta. Pero el carácter inestable de Santa Cruz lo lleva a infidelidades con Fortunata y, de nuevo, a la reconciliación con Jacinta. Fortunata muere después del parto, y es llorada por su esposo y por su amante.

lunes, marzo 10, 2008

VINIERON COMO GOLONDRINAS

WILLIAM MAXWELL

Madre no hay más que una

William Maxwell (1902-2000) destacó por ser el lector y consejero ideal de grandes autores como J.D. Salinger, Flannery O'Connor, John Updike o Eudora Welty durante los más de cuarenta años que trabajó como editor de ficción en The New Yorker. Sin embargo, ésta labor de orientación no le apartó de una dedicación activa a la escritura y, a su muerte, contaba con una obra, breve pero exquisita, que incluye novela, cuentos, memorias, y recopilaciones de críticas y ensayos literarios.

Vinieron como golondrinas es un ejemplo de la finura que caracterizó su vida y su obra. Porque Vinieron como golondrinas es una novela de rasgos autobiográficos, que refleja el educado carácter y rigor compasivo de su autor, así como las dificultades que hubo de superar durante su infancia. Maxwell nos cuenta la relación de una madre —su propia madre— con sus dos hijos y su marido. Lo hace en tres capítulos, usando la voz y los ojos de cada uno de ellos, y dejando que sea la mujer, con su silencio y su sufrimiento, sin apenas aparecer, la que sustente los vínculos y el quehacer del resto de la familia.

Bunny es el hijo pequeño, tímido y cobardica, pegado a las faldas de su mamá, a quien considera un ángel. Casero y propenso a dejarse acariciar, el mundo le abre horizontes insospechados cada día que transcurre. Robert lleva una pierna de madera que sustituye a la que, por un accidente, tuvieron que amputarle. Rebelde sin causa, gusta de jugar en la calle con sus amigos, y se considera el defensor de su madre. James es el típico padre, ordenado y capaz, de la clase media estadounidense de principios de los años veinte. Que ama a su mujer y a sus hijos, e intenta beneficiar a quienes le rodean. Sin su esposa Elizabeth, paradigma de la omnipresencia femenina, la existencia de James se desmoronaría, pues fue ella quien determinó la forma que ésta tomaría desde el primer momento en que la vio. Además están Irene y Boyd, el viejo Karl, el chucho Old John, la sirvienta Sophie, la tía Clara y el tío Wilfred...

Una pequeña ciudad del Medio Oeste norteamericano, las guerras que aparecen y desaparecen en el tiempo soltando lastres, y sobre todo, el ataque feroz de la gripe española terminan de componer un cuadro de trazos melancólicos, que desborda ternura en sus colores y en su delinearse, y que no duda en exhibir que fue pintado con los pinceles del cariño familiar, y en especial del materno.